En estos días de regreso a la escuela, cuando las nuevas clases y tareas están en la mente de todos los estudiantes, me pregunto qué deberíamos tener como tarea nosotros los cristianos católicos que estamos llamados a ser discípulos/alumnos de Jesús. Jesús dio algunas instrucciones bastante claras: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden (he aquí)! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt 28:19-21)
Y aunque Jesús no nos ha dado una fecha límite específica para esta tarea, sabemos que es urgente. Me parece que ahora, más que nunca, necesitamos la gracia del Espíritu Santo para volver a encender nuestra fe e inspirarnos a comunicar la fe de manera diferente. No podemos estar satisfechos con mantener la práctica de nuestra fe de la misma manera. La triste razón es porque lo que estamos hacienda actualmente no tiene mucho efecto.
Consideremos los datos. Sabemos que en nuestra diócesis, de acuerdo con el promedio nacional, hay solo un 30 por ciento de todos los católicos registrados que practican su fe regularmente. Sabemos por los datos del censo que más del 50 por ciento de las personas en el suroeste de Michigan no profesan afiliación religiosa (es decir, “los ningunos”). Y también sabemos, y probablemente lo experimentamos dentro de nuestras familias, que los jóvenes son incluso menos regulares en la práctica de su fe, o cualquier otra, que las generaciones anteriores.
Para tener éxito en la misión que Jesús le ha confiado a su Iglesia, debemos encontrar nuevas formas de proclamar el mensaje salvífico de su Evangelio, así como las hermosas enseñanzas de nuestra fe católica; y debemos hacerlo con corazones renovados.
Es principalmente por esa razón que he convocado a un primer “Congreso Eucarístico” de toda la diócesis, que se celebrará este octubre [ver páginas 14- 15]. Este día eucarístico lleno de fe está diseñado para inspirarnos en nuestra fe e impulsarnos hacia nuestra misión.
Recientemente, durante una de sus reflexiones del Ángelus dominical, el Papa Francisco identificó una característica específica de los discípulos misioneros y dijo: “En primer lugar, el discípulo misionero tiene a Jesús mismo como el centro de su referencia”.
El Papa Francisco nos quiere decir que no puede ser nuestra propia agenda la que debemos promover, sino la misión de Jesús, la que le dio a sus doce Apóstoles y a su Iglesia. Somos sus discípulos, sus alumnos; estamos llamados a ser sus mensajeros, trayendo su Palabra vivificante al mundo.
En otras palabras, en cada interacción que tenemos representamos a Jesús. Como dijo San Francisco de Asís: “Las obras que hagas pueden ser el único sermón que algunas personas que conozcas escucharán hoy”.
Mi gran esperanza, a medida que nos acercamos a nuestro 50 aniversario como diócesis, es seguir imaginando a nuestra Iglesia local impulsada por la misión. ¿No sería genial si nuestros mayores problemas fueran manejar los embotellamientos en nuestros estacionamientos, o compilar las listas de espera para la inscripción en nuestras escuelas católicas, o qué hacer con todos aquellos que escucharon el llamado de Jesús para seguirlo y servir a la iglesia como sacerdotes y hermanas, y cómo acomodar a todos aquellos que están volviendo a la práctica de la fe después de años de haber sido católicos “caídos”?
Cuando compartimos una visión común y tomamos en serio la tarea que Jesús nos ha confiado a cada uno de nosotros en nuestros esfuerzos por avanzar en su misión; cuando venimos a misa y recibimos la Eucaristía con la fe segura de que Jesús está realmente presente con nosotros; y cuando permitimos que el Espíritu Santo nos encienda con el amor a Jesús en nuestros corazones, cuando pasamos de una actitud “adormecida” a una “actitud impulsada por la misión” como discípulos de Jesús, será maravilloso, cosas que cambian la vida y cosas que están activadas por el Espíritu sucederán.