Cuando nos preparamos para cualquier viaje o recorrido, la mayoría de nosotros hacemos una lista de verificación de artículos para llevar: artículos de tocador: ¡listo!; suficientes mudas de ropa: ¡listo!; cargadores de dispositivos electrónicos: ¡listo!
¿Te imaginas ir de viaje y que te digan que no traigas nada, que solo te levantes y te vayas? Puede que muchos de nosotros nos sintamos perdidos y completamente descolocados; mal equipados (al no estar equipados) para aceptar un reto tan desalentador.
Cada año, la Iglesia nos llama a enfocar estos 40 días en lo que necesitamos cambiar en nuestra vida espiritual. Durante este hermoso tiempo de Cuaresma tenemos la oportunidad de hacer esta peregrinación de 40 días al desierto, como lo hizo Jesús durante 40 días, libres de cualquier cosa que pueda agobiarnos o distraernos de responder a las gracias que Dios quiere darnos. Las gracias que nos ayudarán a acercarnos más a Él y a los demás. Y todo lo que necesitamos llevar con nosotros son las prácticas espirituales probadas y verdaderas de la oración, el ayuno y la limosna; o lo que me gusta llamar en Ingles las “tres p”: oración/ prayer) penitencia y prácticas de caridad. Cuando hacemos esto, nos unimos a Jesús durante Sus 40 días en el desierto cuando luchó contra las tentaciones que el Diablo usó para tratar de distraerlo de su misión final de traer la salvación al mundo. Y así, nosotros también tratamos de unirnos a la batalla de Jesús contra la tentación y el mal, alinearnos con el sufrimiento y la muerte de Cristo, y experimentar la conversión de mente y corazón cuando lleguemos a nuestro destino de celebrar la Victoria de la Pascua.
“¡Somos un Pueblo Pascual y ‘Aleluya’ es nuestro Canto!” Nuestro propio santo patrono diocesano, el gran obispo del siglo IV, San Agustín, recibe el crédito de haber usado primero esta declaración para describir lo que somos los cristianos. Si bien es posible que nunca lo haya dicho exactamente de esa manera, predicó sobre la Pascua con mucha frecuencia y sobre por qué el “Aleluya” es el canto del creyente.
Es la “canción” que cantaremos por toda la Eternidad cuando lleguemos al Cielo, junto con “¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos!”
Estos 40 días de Cuaresma son más que una ocasión para despojarnos de algunos kilos de más a través de nuestros actos de ayuno y abnegación; más que eso, debemos deshacernos de esas prácticas o tendencias pecaminosas que encontramos en nosotros mismos, y dejarlas enterradas en el desierto; debemos arrepentirnos y creer; alejarnos del pecado y seguir a Jesús. Por suerte para nosotros, Jesús ya ha hecho todo el trabajo pesado; Ha vencido al Diablo; Ha conquistado la Tumba; Él ha destruido el poder del Pecado y la Muerte desde adentro hacia afuera; Ha Resucitado de entre los Muertos — ¡Aleluya! Y debido a lo que Jesús ya ha hecho, tenemos el poder de cantar esa misma canción — “¡Aleluya!” — y vivir esa canción diariamente en nuestras vidas.
Porque incluso cuando nuestra Jornada Cuaresmal de 40 días llegue a su fin, nuestra Jornada de Fe de toda la vida continúa. Pero debido a la “nueva Vida” que encontramos durante este Tiempo de Gracia, esperamos y rezamos que volveremos a comprometernos con la “Misión Pascual”. Llenos de los Dones del Espíritu Santo, estamos llamados a vivir nuestra vida con esperanza y con Alegría. Para estar a la altura de ese desafío significa que necesitamos las gracias de los Sacramentos, especialmente el Sacramento de la Penitencia con frecuencia, yla Sagrada Eucaristía regularmente; necesitamos una vida de oración; necesitamos continuar usando las prácticas espirituales de la oración/prayer, penitencia y prácticas de caridad.
Viviendo nuestra vida con la Alegría de la Pascua, dejando que la Luz de Cristo brille en nuestro corazón, y a través de las acciones de nuestra vida, contribuiremos a disipar las tinieblas que nos rodean: las tinieblas del sufrimiento, del odio, de la violencia, de división y de egoísmo. Es por eso por lo que la Pascua marca la diferencia; y por eso que para nosotros que seguimos a Jesús, “somos un Pueblo Pascual, y ‘Aleluya’ es nuestro Canto”.
Entonces, la única lista de verificación que necesitamos para continuar ese Camino de Fe es ser Sus testigos gozosos en nuestro mundo — en lo que decimos: ¡listo!; en cómo actuamos: ¡listo!; y en las elecciones que hacemos para amarnos unos a otros: ¡listo! Recordemos siempre que cuando vivimos en la Luz de Cristo, inspirados por el Espíritu Santo, somos verdaderamente “Pueblo Pascual”. Proclamemos nuestro canto de victoria: “¡Aleluya! ¡Él ha resucitado!”