En cualquier día, encontrará a Angélica Valdés dejando a su hija de 10 años, Alexa, en la escuela; o como voluntaria en los campos migrantes; o participando en el estudio Bíblico con sus compañeras del grupo de “Mujeres de la Palabra” en la parroquia de St. Catherine of Siena; o ayudando a coordinar el programa diocesano, Instituto San Agustín Programa de Formación Pastoral y Liderazgo.
De muchas maneras, Angélica es la versión moderna del discípulo misionero que tenemos al lado. Pero, ¿Qué significa ser un discípulo misionero en el mundo de hoy? En su primera exhortación apostólica, La Alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium), el Papa Francisco introdujo un término que se ha apoderado del léxico de la Iglesia. El Papa escribió:
“En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf.
Mt 28,19)…La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. “Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir y anunciar ese amor.
“Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’”. (120)
Cuando era una niña que crecía en México, al sur de la ciudad fronteriza estadounidense de Nuevo Laredo, Texas, Angélica no soñaba con la vida de un discípulo. En cambio, quería seguir los pasos de su madre como dentista. Poco sabía ella que Dios tenía otros planes para ella, — planes que eventualmente la llevarían a Michigan, donde dejó a un lado su carrera de odontología para dedicarse a tiempo completo como esposa, madre y defensora pastoral de su Iglesia.
Fe y Familia
Angélica y su esposo Guillermo se conocieron a través de amigos mutuos cuando ambos eran estudiantes universitarios en México. Fue la devoción de su esposo por su fe católica lo que Angélica dijo que fue un verdadero punto crucial en su propia fe.
Concentrándose solamente en sus estudios como dentista, Angélica no buscaba una relación seria, pero se enamoró del nativo de Panamá y pronto se comprometieron. Después de casarse, se involucraron en su parroquia, uniéndose a otras 40 parejas en un grupo de formación que se reunía semanalmente durante dos horas.
Con las demandas de dos carreras y un nuevo matrimonio, ¿fue difícil sacar tiempo para su fe?
"Sí", admite Angélica. "A veces, no teníamos tiempo para cenar, pero íbamos a una tienda a comprar pan y queso crema y luego nuestro grupo salía a cenar", responde con una sonrisa.
Durante estos primeros años en su matrimonio, Angélica lanzó su carrera de odontología, trabajando dos años como asistente en el consultorio del dentista pediátrico. Pronto, Guillermo, que es ingeniero, tuvo la oportunidad de trabajar en el área de Detroit con su compañía. La pareja se mudó primero al área de Port Huron y luego a Portage.
Fue durante este tiempo que Angélica se involucró activamente en la iglesia.
“Llegamos el sábado a Portage y al día siguiente fuimos a la misa del domingo. Luego, el lunes, fui a registrarme a la parroquia y el padre Bob Flickinger (el párroco en ese entonces) estaba allí. Me preguntó: ‘¿Hablas español?’ Y comenzó a explicar todos los ministerios en los que estaba involucrada la parroquia”, — incluso uno que estaba conectado a su ciudad natal para apoyar a un orfanato de niñas. Ella lo vio como una señal.
Angélica comenzó su trabajo voluntario traduciendo para la parroquia, traducía cartas escritas por feligreses a personas que viven en El Sitio, El Salvador. Luego, en el 2005, comenzó a visitar los campos migrantes.
“Realmente quería apoyar a la población hispana y aprendí mucho. No tenía idea de la dura vida de un trabajador agrícola migrante".
Comenzar una familia no fue fácil para ellos y fue su fe y la devoción de su esposo lo que la ayudó a superar el dolor de sufrir abortos espontáneos.
“Dios nos mantuvo unidos”, recuerda Angélica. “Mi esposo nunca se quejó. Él decía, ‘Esta es la voluntad de Dios y solo tenemos que intentarlo de nuevo’. Fue doloroso y estresante. Como mujeres, necesitamos compartir más para no sentirnos solas. Gracias a Dios tuvimos amigos muy queridos quienes nos apoyaron como familia durante esos momentos”.
Y luego en el 2008, Angélica y Guillermo fueron bendecidos con el mejor regalo de Navidad que pudieron haber recibido cuando Angélica dio a luz a su hija Alexa el 22 de diciembre. Angélica se tomó un descanso de su voluntariado para dedicarse de tiempo completo al bebé, a quien ella había esperado tanto tiempo para tener. Ella y Guillermo rápidamente comenzaron a transmitirle la fe a su hija.
“Mi esposo y yo teníamos una hermosa base; nuestras familias estaban cerca de Dios y nos enseñaron cómo estar con él”, explicó. “Decidimos juntos ser una familia católica y queríamos enseñarle a nuestra hija que es un privilegio ir a la Iglesia, — es una fiesta. Los domingos son "El Día del Señor". Alexa sabe que es el día que dedicamos a Dios".
Es un tema que afirman al final de cada día cuando rezan juntos.
“Cada noche rezamos una oración: Gracias Señor por este maravilloso día que nos permitiste vivir con tu amor, salud y alegría. Alexa realmente disfruta esa oración”, dice Angélica.
Su parroquia es un lugar central de su vida familiar. Alexa es un acólito y una ayuda frecuente para Angélica, ya sea que su mamá vaya a visitar campos migrantes o a trabajar en las oficinas diocesanas. Angélica recientemente agregó ser lectora a su lista de actividades de voluntariado en St. Catherine junto con ayudar en la Escuela Anual Bíblica del Verano y participar en los muchos programas de formación de fe para adultos que se ofrecen. Guillermo presta su tiempo ocasionalmente para ayudar a contar la colecta dominical.
"Tenemos que servir a nuestra parroquia", dice Angélica. "Todos tenemos algo adentro, — dones de Dios, — para compartir con los demás".
Angélica también toma en serio su comunidad y sus responsabilidades cívicas. Ella ha sido miembro de la Liga Junior del área y ayudó con el programa Head Start para niños necesitados. "Somos muy bendecidos de vivir en esta área, por lo que tenemos que trabajar con la comunidad para ser parte de ella".
A Angélica le encanta ser parte de la familia de la parroquia de St. Catherine of Siena. Agrega que todavía le gusta orar en su idioma nativo y explica por qué es importante.
“La voz de tu madre fue la primera voz que escuchaste rezar cuando estabas en el vientre", explica. “Esa experiencia te trae memoria a lo largo de tu vida. Tienes la conexión con Dios porque es natural. Cuando rezo en inglés, primero tengo que memorizarlo y luego tengo que pensarlo; y me quedo unos segundos atrás. Sin embargo, si solo le digo a Dios en español lo que hay en mi corazón, — incluso si es algo triste, es muy natural, — siento más alegría”.
El llamado a Servir
Cuando Alexa comenzó el preescolar, Angélica estaba emocionada, ya que anticipaba cuatro horas de tiempo libre, pero Dios tenía otros planes. Su amiga y mentora Fanny Tabares, a quien había conocido unos años antes cuando eran miembros de una pequeña comunidad hispana diocesana, llamó para pedirle ayuda a Angélica en la Oficina del Ministerio Hispano diocesano. Primero trabajó en el Plan Pastoral Hispano y luego, cuando su compañera de trabajo Verónica Rodríguez estaba en licencia maternidad, comenzó a trabajar unas horas a la semana en la Oficina del Ministerio Hispano para ayudar a lanzar la primera clase del Instituto San Agustín de Kalamazoo (ISAK ).
Actualmente Angélica coordina toda la logística del programa de formación de tres años, que cuenta con más de 100 estudiantes; Ella también es una "compañera"/mentora de quienes participan en el programa. El objetivo principal de ISAK es formar líderes laicos que puedan servir mejor a sus comunidades parroquiales.
“Solo trato de mostrarles cómo Dios los ama. Nuestro deseo es que se encuentren con Jesucristo; — cuando nos encontramos con Jesucristo en nuestras vidas, podemos hacer mucho. “Nunca esperé trabajar en la Iglesia. Pensé que siempre sería dentista y trabajaría en ese campo. Pero quiero servir a la gente. Y la transición fue fácil para mí, porque todavía estoy trabajando para la gente. Sirvo a Dios sirviendo a las personas”, dice ella.
“Para ser honesta”, continúa, “he tenido retos. Sé que Jesús está conmigo. Después de años, puedo mirar hacia atrás y pensar: ‘Es por eso que nunca me rendí, porque él estaba conmigo’. Aprendí que su tiempo es perfecto y que su plan es el mejor y que solo tengo que confiar en él y seguir su voluntad".
Cosas favoritas de Angélica:
LIBRO FAVORITO: Abriendo tu corazón por Lisa Brenninkmeyer
MÚSICA FAVORITA: Martin Valverde, "Como Yo" - Nadie te quiere como yo / Si no estás seguro / Solo mira la cruz y te das cuenta / Nadie te quiere, como yo.
PARA INSPIRACIÓN: escucho homilías del Obispo Alonso de la Diócesis de Piedras Negras. Él era párroco en nuestra parroquia cuando recién nos casamos.
ORACIÓN FAVORITA: “Algo que siempre trato de hacer es dar gracias a Dios en la noche por todo. Oramos esto todas las noches con Alexa. "Gracias por la oportunidad de ir a tu casa y tenerte en mi alma".