Si bien puede parecer contradictorio escribir sobre la primavera en plena batalla contra el frío invierno de Michigan, el tiempo de Cuaresma es nuestra propia “Primavera espiritual”. La palabra “Lent” (Cuaresma en inglés) se deriva de una palabra del inglés antiguo (“lencten) que significa “Primavera”. Así como el mundo natural comienza su propia renovación, de la misma manera la Cuaresma es un momento en que estamos llamados a un tiempo de renovación espiritual, para una conversión de corazón. Una de las maneras en que estamos acostumbrados a observar este tiempo penitencial de manera intencional es a través de los tres pilares espirituales de la Cuaresma:
la oración, el ayuno y
la limosna/las obras de misericordia.
Como complemento de esas tres prácticas espirituales tradicionales, usted podría profundizar su fe en este tiempo de Cuaresma: 1.
Conociendo a Jesús a nivel personal y real, 2.
Creciendo a diario como discípulo y 3.
Dando testimonio a su amor por Jesús.
CONOCIENDO A JESÚS COMO PERSONA: El enero pasado participé en el retiro de ocho días para todos los obispos en los Estados Unidos. Nuestro director de retiros fue el Padre Raniero Cantalamessa, O.F.M, Cap., el Predicador de la Casa Papal. En una de sus presentaciones más impresionantes, el Padre reflexionó sobre si conocemos a Jesús como una “Persona” o como una “Personalidad”. Si lo conocemos como una “Persona”, entonces Él es alguien en nuestra vida con quien podemos hablar, compartir nuestras penas y nuestras alegrías; Alguien que nos conoce, nos ama y nos desafía a ser lo mejor posible. Sin embargo, si conocemos a Jesús como una “Personalidad”, entonces Él sigue siendo Alguien a quien conocemos pero admiramos a distancia, similar a cómo experimentamos con algunos de nuestros héroes deportivos favoritos, personalidades de Hollywood o figuras históricas. ¿Cómo conoce usted a Jesús? ¿Es Él una “Persona” en su vida, o una “Personalidad”? Para que conozcamos a Jesús como persona y para permitirle que nos conozca, debemos pasar tiempo con Él en oración, que
es el primer pilar espiritual de nuestro tiempo de Cuaresma. Debemos permitir que Jesús conozca nuestras esperanzas, nuestros miedos, nuestras aspiraciones, nuestras preocupaciones; necesitamos tener confianza en Su amor incondicional por nosotros para que podamos admitir nuestros pecados y luego pedirle a Él la gracia para ayudarnos a superarlos.
CRECIENDO COMO DISCÍPULO: Cada uno de nosotros, en virtud de nuestro bautismo, es llamado a la santidad. La manera esencial de hacerlo es un compromiso diario para crecer como discípulo de Jesús. Solo necesitamos mirar a los primeros doce discípulos para tener obtener algunas ideas de cómo crecer. Ellos pasaron tiempo con Jesús. Si observamos de cerca los cuatro evangelios, encontraremos que Jesús pasó al menos un tercio de Su tiempo con los apóstoles, enseñándoles y preparándolos para la “gran misión” que se les encomendó. La raíz de la palabra “discípulo” viene del latín y significa “aprendiz”/”alumno”. Cuando Jesús dice, “Sígueme”, nos invita a modelar nuestras vidas en la Suya. Y la única manera en que podemos seguir a Jesús es erradicar de nuestras vidas cualquier cosa que nos lleve en un desvío. Mientras que la Cuaresma nos llama a “ayunar” de algunos alimentos como un sacrificio por nuestros cuerpos,
el segundo pilar de nuestro tiempo de Cuaresma, también debe enfocarse en renunciar a cualquier cosa que nos impida crecer en santidad como discípulo de Jesús. Podemos profundizar en nuestra fe mediante la participación en un programa o estudio de Cuaresma o por nuestra cuenta a través de un curso en línea (como el Institute of Missionary Discipleship de la diócesis — imdisciple.com). Cualquier cosa que elija, debe manifestar su compromiso diario con una vida basada en Jesús. Esa es la meta.
DANDO TESTIMONIO: Jesús enseñó que nuestra mayor responsabilidad como Sus seguidores se resume en “dos grandes mandamientos”: amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza; y amar a nuestro prójimo. Eso nos lleva al
tercer pilar espiritual del tiempo de Cuaresma: la limosna/las obras de misericordia. Debemos familiarizarnos con nuestra Enseñanza Social Católica, que es la aplicación práctica de todas las formas en que nosotros, como seguidores de Jesús, vivimos nuestra fe. Debemos llegar a los pobres; debemos ayudar a brindar sanidad a quienes están enfermos, sufriendo o aislados; debemos defender los derechos de los injustamente tratados y hablar en nombre de los que no tienen voz. Las Obras de Misericordia Espiritual y Corporal son la manera perfecta para que hagamos de nuestro tiempo de Cuaresma un momento de genuino crecimiento en la santidad mientras compartimos la Luz y el Amor de Cristo con quienes más lo necesitan.
Cada uno de nosotros, como miembro bautizado de la Iglesia y parte vibrante del Cuerpo de Cristo, compartimos la misión que Jesús dio a los Apóstoles en el día de la Ascensión: “Vayan, enseñen, bauticen y sepan que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos”. (Mt. 28:19)
Tener una relación real e íntima con Jesús, ser un discípulo de Jesús y dar testimonio de Jesús son partes esenciales de lo que estamos llamados a ser, y lo que debemos hacer en respuesta a la invitación de Jesús: “Ven, sígueme”.
Cuando hagamos uso de estos pilares espirituales de
la oración, el ayuno y
las obras de misericordia, seremos más fuertes y felices seguidores de Jesús al tomar nuestra cruz cada día y seguirlo.