HACE 2,022 AÑOS fue el primer adviento, donde Dios se hizo uno de nosotros para restaurar, nuestra naturaleza humana, desfigurada por el pecado. “Nacido de la Virgen María, Jesús se hace uno de nosotros, la naturaleza humana ha sido en Él asumida no absorbida. Por esa razón nuestra naturaleza humana ha sido dignificada”. (Cfr. Concilio Vaticano II Gozo y Esperanza)
Hagamos de este Adviento algo diferente. Esperar, compartir, orar, amar, son unas de las llaves que podrán abrir las puertas a la navidad. Abrir el corazón, vaciarlo de aquello inútil, para que haya un espacio donde nazca Dios.
Este tiempo de Adviento, nos invita a meditar en la venida del Mesías. Veremos en la liturgia distintos signos que nos ayudan a vivir el advenimiento de Jesús con esperanza, pero también en un ambiente de oración y tiempo para compartir.
Algo que caracteriza este tiempo especial son las posadas, esto es una práctica que realizamos algunos fieles católicos, donde recordamos el peregrinar que José y María hicieron, desde su salida de Nazaret hasta Belén, tocando puerta a puerta, pidiendo posada, en busca de un lugar seguro donde alojarse para que naciera el niño Jesús
¿Pero de dónde viene esta tradición de las posadas?Las posadas tradicionales provienen de México. Los aztecas hacían una ceremonia llena de rituales al dios Quetzalcóatl. Justo estos rituales eran muy cercanos al tiempo de navidad, por lo que los frailes, evangelizadores, utilizaron esta “festividad” para dar el verdadero sentido cristiano; congregaban a los fieles y en las misas, meditaban el evangelio e intercalaban lecturas de la natividad de Jesús, o escenificaban fragmentos de la peregrinación de José y María en Belén en espera del niño: “En 1587 el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas “de aguinaldos” del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos...”1 Al terminar, rezaban una novena, figura de los 9 meses que María permaneció en cinta. Finalmente, los monjes daban fruta o dulces como agradecimiento por haber escuchado, participado y aceptado la doctrina cristiana.
Poco a poco esta tradición fue siendo mas del pueblo, pasando a formar parte de nuestra piedad popular.
En la actualidad, nuestras posadas siguen avivando nuestro adviento, pues nos invitan a meditar, orar y compartir con alegría y esperanza.
No se puede entender el Adviento sin un espíritu de preparación al nacimiento de Jesús. No debe quedar solo en signos externos (consumismo), debe llenarse de espíritu de oración, de caridad y de generosidad con el pobre.
Algo muy característico es la piñata, que simboliza el pecado que al romperla dimana la gracia de Dios.
Pero Adviento, es tiempo de esperar como Iglesia, al lado de José y María. Este Adviento será un poco diferente, sí, pero también alentador. Muchos familiares y amigos no estarán en nuestra mesa, quizá habrá más silencio por el dolor.
Sin embargo, la luz siempre brilla y en medio de este dolor, Dios está cerca y es necesario decirle, acércate un poco más. Él nos da la virtud más hermosa, la esperanza viva. Ver el hoy con gozo y el mañana con confianza y valentía, para contemplar al Salvador, al Redentor, «quien, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar» (Primer Prefacio de Adviento).